martes, 6 de septiembre de 2016

Entrevista a Ana Camblong: “Mi propia vida es feminista”


En una entrevista para la revista N° 8 de El Género en Plural, la semióloga Ana Camblong brinda su mirada como mujer en vinculación a distintos aspectos: la gestión institucional, la investigación y la vida cotidiana.

Por Ana Espinoza (*)

De Ana Camblong se conoce su trayectoria académica, sus investigaciones y sus ideas sobre la semiótica, la crítica literaria y la alfabetización en la frontera. Pero poco se sabe de su mirada como mujer. En una entrevista con El Género en Plural, la investigadora cuenta sobre su recorrido académico, sus primeros pasos en el estudio universitario y en la militancia, sus opiniones sobre el feminismo y el rol de la mujer en la sociedad, la gestión institucional y el ámbito de la investigación. 
Nació en Paraná, Entre Ríos, “de casualidad”, aclara. Toda su infancia transcurrió en distintos colegios hasta que su familia decidió quedarse en Misiones donde hizo la secundaria y luego, a los 17, viajó a Buenos Aires donde se quedó durante ocho años estudiando y trabajando. Se recibió en la carrera de Filosofía y Letras de la UBA y, en el 76, llegó a la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM). A partir del diagnóstico que realizó, comenzó a enfocar sus trabajos de investigación sobre la alfabetización en zonas rurales y de fronteras. A partir de ahí, nunca más dejó de estudiar y de investigar.
Además, se especializó en la crítica literaria, a través de la guía de maestros como Noé Jitrik y Josefina Ludmer. Con su producción en base al trabajo de Macedonio Fernández, realizó su tesis de Doctorado en Letras (UBA) y ganó el Primer Premio Nacional en Filología, Lingüística e Historia de las Artes, lo cual la hizo conocida a nivel internacional.
Muchos años se dedicó a la vida institucional. Durante 16 años estuvo en el Consejo directivo y luego tres años en el Consejo Superior. En paralelo, sostenía sus dos cátedras y proyectos de investigación. Fue docente de las carreras de Letras, y de 1990 a 1998, ejerció como decana de la Facultad, siendo una de las únicas mujeres en ese cargo. En ese tiempo, con un grupo de compañeras y colegas, también dirigió el Programa sobre Estudios de la Mujer.
Hasta que tuvo que optar por tener un perfil más especializado en la semiótica. Fue dejando los estudios de la mujer y se retiró de la política, para formar un programa con el fin de diseñar y dirigir la Maestría en Semiótica discursiva. También fue fundadora de la Asociación Argentina de Semiótica, siendo la primera presidente mujer y la primera de otra provincia del país. Hoy es profesora emérita de la UNaM y continúa profundizando sus conocimientos sobre la semiótica: “Es una disciplina que te da un respaldo teórico científico para que los discursos literarios o los discursos lingüísticos no queden fuera de la dinámica social. Entonces las letras no quedan encerradas en su gueto sino que dialogan mucho más con la comunicación, con el periodismo, con la televisión, con los discursos sociales”.

- ¿El gusto por el estudio o lo académico es de familia?
No, en absoluto. Todos somos universitarios pero no vengo de un hogar intelectual. Cuando me fui a estudiar, empecé kinesiología, hice el ingreso en medicina y sentí que era una cosa espantosa para mí. Estaba complemente desorientada. Entonces me compré la guía del estudiante y me senté a estudiar las carreras a ver qué podía hacer. Y en aquella época, te estoy hablando de la década del 60, era muy duro el ingreso.

- ¿Y eran muchas las mujeres que estudiaban en esa época?
Sí, porque fui a Filosofía y Letras y siempre hubo mujeres, en Humanidades era lo mismo. Decidí estudiar Letras como quien tira una botella al mar. Ya se había terminado el cursado de ingreso entonces me compré todos los libros del cursillo y me senté a estudiar de la manera más ingenua que te puedas imaginar, leer sociología, historia y compresión de texto, todo eso de una manera salvaje. Y me fui a rendir libre, eran colas infinitas, en la época del Onganiato, o sea que el ingreso era mortal. Rendí el ingreso y me volví, creyendo que no había quedado. Pero finalmente sí lo hice.

- ¿Fue construyendo su vocación?
Iba de una materia a otra, como quien va a ser una profesora que va a enseñar lengua en la secundaria. Me pasó que al comienzo de la carrera estaba el Onganiato, pero al terminar fueron las grandes rupturas de los años 70. Entonces los que nos habíamos formado con los carcamanes del proceso, de golpe nos vimos frente a profesores que venían de México o Europa. Fue un golpe muy grande. Ya estaba terminando la carrera. Pero ahí me fui a un grupo privado con Noé Jitrik, era el ídolo total, porque venía de México y Francia y traía todo lo nuevo. Hasta que la Triple A lo amenazó a Noé y se tuvo que emigrar a México de un día para otro. Entonces yo misma armé otro grupo e íbamos a lo de Josefina Ludmer, en la época de lo que se llamó La Universidad de Las Catacumbas. La casa de ella quedaba cerca del comando 601, cerca de Callao. Íbamos con mucho peligro, nos cuidábamos; era una época bravísima, muy terrible. Ahí fue como abrirme la cabeza, porque era un grupo muy activo. Y Josefina era la diva de la crítica literaria, además estaba casada con Ricardo Piglia, era toda una vanguardia en los bajos fondos, todo secreto. También la gente que estudiaba Lacan en grupos privados. Entonces cuando volví a Posadas, fue como reubicarme, me costó. Pero me propuse estudiar sola, y fue una especie de autodidactismo. Me puse a estudiar y por ejemplo Noé Jitrik estaba en México y yo le mandaba trabajos míos y él me corregía.

- ¿Sintió en algún momento el mandato social que por ser mujer tenía que casarse y tener hijos?
Sí. Pero las dos cosas muy contradictorias. Mi mamá, maestra de provincia, con un sentido del mandato, pero a su vez, ella nos decía -a sus hijos varones y mujeres- tienen que estudiar, no importa qué, pero hay que estudiar. A pesar de que ella era tan pacata en su concepción hasta para la educación sexual, nos incentivó a mi hermana que estudió Farmacia y a mí, que estudié Letras. Ya después yo tuve un solo hijo. Pero arrastraba el mandato como una buena setentista. Viví plenamente esa etapa: la universidad politizada al máximo, de asambleas que echaban a los profesores y Paco Urondo, montonero, era el jefe de mi departamento. Los chicos iban calzados, o sea, era una universidad muy violenta, tiempos muy violentos.

. ¿En algún momento se sintió identificada con el feminismo?
No, yo milite siempre en el peronismo de base, en la JTP. Para mí era casi una aventura, una no tenía mucha conciencia de cuáles eran los peligros. Pero sí, una se cuidaba, había que salir con documento y en la universidad había un montón de espías. La lucha femenina era en cada historia de vida, en cómo nos vestíamos, en qué hacíamos, en toda nuestra vida cotidiana. Por supuesto que ya había movimiento, pero era mucho más la política sindical o la juventud peronista, ir a las manifestaciones, a las asambleas.

- ¿En qué consistía el Programa de Estudios sobre la Mujer?
Había de todo, historias de distintas mujeres, la tesis de Mirian Barone fue sobre historias de maternaje y yo trabajé con Lidia Schiavoni en historias de vidas de distintas clases sociales, la relación con el trabajo y ahí, lo que hacía era una interpretación de los discursos y los testimonios. Tuve esa participación y luego me sustraje, me cuesta un poco militar en las organizaciones feministas, sinceramente.

- ¿Por qué le sucede eso?
Por un lado mi propia vida es feminista, entonces a veces me queda hueco, no me gustan los fanatismos. Me pasa lo mismos en la política: tengo mucha actividad, pero en cuanto veo la cosa medio gregaria, de tener que defender aunque el mundo se venga abajo, eso me sustrae. Me doy cuenta que me cuesta la lucha cuando se va fanatizando. Me resulta densa. El fanatismo me expulsa en todos los ámbitos, religioso o político. Todavía las del setenta creemos que la coherencia es un valor.

- ¿Cuáles eran esas preocupaciones o problemáticas en los estudios de la mujer en los 90?
Una de las grandes preocupaciones era el trabajo, empleo y desempleo, las actitudes y la situación de la mujer, en pleno neoliberalismo, en plena flexibilización laboral. La comparación con la vida rural y la vida urbana, la comparación de la clase media profesional con otras mujeres, la inserción de la mujer en distintos ámbitos. Por ejemplo en Humanidades siempre es altísima la proporción de las mujeres, sin embargo yo fui la primera decana. O sea, que siempre votábamos a hombres o había 20 hombres sobre 600 mujeres, y esos 20 eran los jefes. Se veía cierta distribución del poder cuasi estable. No es que las mujeres no militaban, pero lo que se veía claramente era que había un decano y un secretario académico, cuando en realidad la mayoría éramos mujeres. En realidad, también en la estructura de la universidad, si tomabas todo el padrón había casi el 50 por ciento femenino, y toda la cúpula era masculina.

- Dora Barrancos dice que la universidad está femeneizada pero todavía se percibe una falta de equidad en el acceso de los cargos jerárquicos. ¿Cómo eran esos momentos cuando usted trabajaba como decana y de qué manera podría comparar con la actualidad?
Pienso que hay un avance, porque hay más decanas, directora de enfermería y la de artes (ahora creo que hay un decano). Pero sí, eran durísimos. No era el enfrentamiento solamente de mujeres y varones en una estructurada completamente masculinizada, sino también en mi figura estaba Humanidades versus Química que es y era una rivalidad entre ciencias duras y ciencias blandas. Eso se veía. El primer rector de mi gestión fue de humanidades, Ricardo Biazzi, entonces yo tenía una alianza dentro de la estructura mayor, pero el segundo decanato, el rector fue de ciencias exactas y hubo batallas fenomenales. Siempre el punto de discusión es el presupuesto, más todo el anecdotario machista, los chistes, el ninguneo. Entonces habían enfrentamientos y discusiones, de modo que el género era una cuestión no solo pertinente sino que había lugares que ganar, lugares que nunca habían estado ocupados todavía y creo que ahora eso está mucho más flexibilizado. Pasaron 20 años y esos años fueron de avance femenino. Creo que sin haber logrado una paridad o una simetría más armoniosa, cabe pensar que hubo un avance respecto de aquellos años.

- ¿Cuál es el lugar de la mujer en la política institucional?
Creo que debe ser de igual a igual. Ahí ya entra un perfil de la honestidad personal y singular, ambos, varón y mujer están completamente preparados. Creo que en un ámbito universitario se supone que eso debería ser que va de suyo. Sin embargo no es del todo así; muchas veces porque la propia mujer renuncia a su lugar y se pone en ese lugar metonímico, a la vera de, siempre funge de secretario o de acompañamiento. Entonces es un renunciamiento a su cuota de poder, incluso pone mucho justamente para acompañar a ese funcionario que se luce, y atrás tiene un equipo de mujeres que se matan trabajando. No llega a ser subalterna, pero está al lado de, un escalón más abajo. Eso es difícil de combatir. Pero de todas maneras creo que el estudio y la independencia o autonomía económica es fundamental. Es la base, más allá de toda lucha.

- En cuanto a la investigación ¿cuáles cree que fueron los avances de las mujeres?
Fueron muchos los avances. Creo que va directamente relacionado con las matrículas de base universitaria, hasta se podría decir que hay más mujeres que varones, y también la mujer sabe que tiene que ganarse su lugar. Desde una mirada intuitiva sobre los medios y haciendo una apipada de la actualidad, lo que se ve es que me parece que el hombre está desconcertado frente a los logros efectivos de la mujer. Ni siquiera hay que entablar una lucha con el hombre, hay que hacer cosas que te dan poder, que te dan lugar, y ese mero estar en el lugar es desconcertante para el hombre, es un problema, que incluso hasta el más conspicuo y superado te puede decir ‘sí, bárbaro’ pero a la hora de enfrentar esa realidad se siente incómodo; y ni hablar los de mi generación, un tipo de 60 años para arriba tiene grandes desconciertos con los avances femeninos o con la autonomía femenina que es lo que más afecta a los territorios masculinos.

- ¿Cómo es su vida hoy?
Trato de ser lo más jubilada posible. Estoy en retirada y tratando de escribir. Estoy haciendo un libro sobre una propuesta teórica que trabajo hace mucho tiempo. A lo que más me dedico es hacer la trastienda de los grupos de investigación. Cuando uno se jubila creo que uno puede hacer un trabajo interesante para los jóvenes, entonces conecto y delego, eso para nuestra zona periférica es como una manera de cumplir un apoyo logístico y eso siempre tuve en claro. En una universidad nueva nosotros fuimos la primera generación, entonces todo el tiempo pasé una posta. El gran desafío de poder competir desde el borde, siempre fue importantísimo para mí. Desde acá también se puede pensar. No que toda la gente capaz se vaya a Buenos Aires. Eso me parece un error estratégico. Si yo hubiera hecho mi carrera en Buenos Aires hubiera estado mejor individualmente, pero también acá hice trabajos que me parecen mucho más interesantes. Por eso, desde este lugar de borde, donde hay un montón de gente talentosa e inteligente, busco potenciar esos grupos y que hagan sus carreras.


(*) Licenciada en Periodismo y Comunicación Social (UNLP) e integrante del Centro de estudios y promoción de la equidad de género "Flora Tristán" de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM).


lunes, 29 de agosto de 2016

Las mujeres en la ciencia // Presentación de la revista N°8 de El Género en Plural


/// PARA LEER ON LINE ingresar al link: https://www.scribd.com/document/322471627/Revista-N-8-El-Genero-en-Plural-agosto-2016 O ESCRIBINOS al correo generoenplural@gmail.com y te enviamos el PDF ///

Con más de cuatro años de vida, la revista El Género en Plural presenta su nueva edición enfocada en una temática que nos toca muy de cerca: las mujeres en la ciencia. Este octavo número propone pensar desde distintos puntos de vista, el lugar que ocupan las investigadoras y visibilizar las temáticas de género que cobran fuerza en el ámbito de lo científico.
Las cifras que demuestran el protagonismo de las mujeres argentinas en la ciencia son contundentes. Entre 2003 y 2014 el número de investigadoras en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) pasó de 1.625 a 4.410, y en la actualidad constituyen el 52 por ciento del total de los investigadores. A su vez, la cantidad de becarias aumentó de 1.342 a 5.715 durante el mismo período y representan el 60 por ciento del total de becarios del organismo.
Desde ese lugar, el contenido de la revista N°8 se desarrolla a partir de un informe sobre lo que fue el Tercer Encuentro de Investigaciones sobre Problemáticas de Género del Litoral, una entrevista en profundidad a una gran investigadora de la frontera Ana Camblong y más información para compartir y reflexionar.

En ese sentido vale retomar un fragmento de la editorial: “Cada mujer desde su experiencia vital resiste, lucha, aporta y transforma la realidad en que vive. Todas somos importantes y hacemos historia. Por lo que Interesa en esta oportunidad recuperar el papel de las mujeres en las ciencias. Lo hacemos presentando diversas experiencias, a fin de motivar reflexiones y revisiones, sobre todo pensando en la importancia de avanzar en la igualdad de género en la construcción y consolidación de una sociedad cada vez más democrática”.  

jueves, 11 de febrero de 2016

Dora Barrancos: “Las mujeres han sido grandes contribuidoras de la ciencia a lo largo de los tiempos”

Por Alexis Rasftopolo y Ana Espinoza1
Intelectual de larga trayectoria, Dora Beatriz Barrancos es historiadora, socióloga y directora por Ciencias Sociales y Humanidades del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Además, es una luchadora permanente en torno a las cuestiones de género. En esta entrevista2, realizada para La calaca y El género en plural, ofrece un breve análisis respecto del lugar de las mujeres en el plano de las ciencias en la Argentina.
 
¿Cuál es el lugar que tiene la mujer en el ámbito de la ciencia en el país?

La verdad es que la Argentina está en este momento muy bien situada en lo que sería la situación de las mujeres en la ciencia en el mundo.
En cambio, la situación de las europeas en la ciencia no es tan buena como la que vivimos las mujeres en América Latina. Y, dentro de América Latina, la Argentina en este momento está ocupando un lugar excepcional, considerando la situación global con relación a la dimensión de las diferentes ciencias.
Nos pone muy contentas que, en nuestro país, el número de mujeres en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) ha aumentado extraordinariamente en esta década. Hoy día hay 52% de mujeres; es decir que de cada 100 investigadores en el Conicet -que es la institución que hegemoniza el desarrollo de la ciencia en la Argentina- 52 son mujeres. Es un dato excepcional, insisto, si se consideran otros países de América Latina y el mundo. Por ahí Perú está bien, Venezuela también está bastante bien localizado; pero esto considerando además los países de Europa, Estados Unidos o Canadá. Es decir, no hay una tasa semejante a la nuestra.
Ahora bien, que seamos muchas mujeres en el Conicet no quiere decir que estemos en los lugares más encumbrados. Todavía hay mucho que hacer porque la mayoría de la población femenina se sitúa en los niveles más bajos; es decir en los primeros niveles, y comienzan a ralear en los dos últimos niveles.
De todas maneras se ha avanzado mucho. Hay un nivel muy alto en el Conicet que se llama nivel superior que, hace 10 años atrás, tenía 9%, 10% de mujeres, una verdadera pobreza, teniendo en cuenta las contribuciones que las mujeres estaban ya haciendo a la ciencia en el país. Hoy día la situación ha mejorado mucho, pero no nos satisface. Actualmente hay 25% de mujeres en el rango superior, quiere decir que se ha andado un camino interesante, pero necesitamos en los próximos años que haya, por lo menos, la misma cantidad de mujeres que de varones en esos tramos superiores del sistema científico.

Esta mayor afluencia de investigadoras, becarias, que se dedican al plano de la ciencia y que están teniendo su lugar allí se debe a múltiples factores, seguramente. Pero, de alguna manera, contrasta esto con ciertas expresiones más explícitas o implícitas de machismo esgrimidas recientemente por parte de cientistas y que no tienen ningún basamento científico…

Si…, tienen prenociones. Hay un sistema de conceptualización arcaico, que no se compadece con los avances que ha habido en la sociedad. Entonces, lo que decís es muy interesante porque en realidad las mujeres han sido grandes contribuidoras de la ciencia a lo largo de los tiempos, sin reconocimiento.
Hay que pensar que la mayor incorporación de mujeres a las diversas disciplinas científicas en nuestro país tiene muchísimo que ver con la enorme presión que han hecho las mujeres para sostener carreras universitarias, y luego para hacer doctorados. Entonces, se trata de una muy importante presión. Y, desde luego, en el nivel de becas hay todavía más que el 52% de mujeres, allí todavía es más elevado el número de mujeres.
Las universidades en estos momentos están altamente feminizadas. Hay carreras que se han feminizado muchísimo, la carrera de medicina, por ejemplo, que ya está teniendo casi 60% de mujeres en algunos lugares. También las llamadas ciencias exactas y naturales, allí las biólogas son un contingente importantísimo hoy día. Dentro de química, también, hay muchas mujeres.
En relación a esto, yo diría que la carrera menos apegada a la equidad, por lo menos en la recepción de mujeres, siguen siendo las ingenierías -menos ingeniería en alimentos que tiene muchas mujeres-. Pero las ingenierías duras, digamos, la carrera de ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, sigue siendo bastante esquiva para las mujeres. Pero bueno, esperemos que allí haya también transformaciones, eso tiene que ver mucho con el mercado laboral, con las expectativas del mercado laboral que favorecen muchísimo a los varones.
Y como decís, ni los científicos más interesantes, inclusive algún premio nobel, dejan de tener una marca patriarcal y exhiben, a veces, unas manifestaciones completamente groseras como ha ocurrido con el premio nobel de medicina, Tim Hunt, que ha dicho que las mujeres incomodan en los laboratorios, y lo ha dicho de una manera muy grosera… Son manifestaciones indignas incluso para la condición humana en general. Es decir, afrentan a la condición humana y va mucho más allá de ser una afrenta a la condición solamente de las mujeres. 
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1 Licenciadxs en comunicación social por la Universidad Nacional de Misiones y la Universidad Nacional de La Plata respectivamente. 
2 La entrevista fue realizada en la ciudad de Córdoba, en el marco de las VI Jornadas de Trabajo de Becarios e Investigadores del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad CIECS (CONICET y UNC), durante los días 17, 18 y 19 de junio pasado. La misma fue difundida en primera instancia en el programa radial con perspectiva de género La calaca, emitido todos los miércoles a las 21hs por LT17 Radio Provincia de Misiones, bajo la conducción de Gabriela Ayala, Ana Espinoza y Paola Torres. 
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ANEXO 
Análisis de NI UNA MENOS según Barrancos
 
En otro orden de consideraciones, pero no escindido de esta cuestión del respeto hacia la condición humana y hacia una mayor equidad de género, a tu criterio ¿cuál ha sido la repercusión que ha dejado la multitudinaria manifestación en todo el país del 3 de junio?
Creo que la manifestación del 3 de junio es una verdadera inflexión. Estoy completamente segura que se proyecta el 3 de junio, sobre todo a algunas instituciones fundamentales de la nación, el poder judicial sobre todo que es el poder que ha estado más en rémora, que tiene mayores problemas en, justamente, cumplir con la ley. Nosotros tenemos en la Argentina un conjunto de leyes muy importantes en orden a garantizar los derechos de las mujeres; voy a recordar la 26.485 que es la ley madre para erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres.
Tenemos también una modificación del Código Penal, reciente digamos, en los últimos años, que establece inclusive la figura del feminicidio, no la nombra como tal, pero se agravan completamente las penas; es decir, es prisión perpetua para quien ultimare a la compañera, la cónyuge, la ex cónyuge… Es decir, razones de género que llevan al homicidio entonces se llaman femicidios, feminicidio es el nombre más correcto, y nuestra ley penal se ha puesto a la altura de estas circunstancias.
Pero en realidad sabemos que el poder judicial, los intérpretes del poder judicial, los magistrados del poder judicial, jueces, etcétera, tienen bastantes dificultades para ponerse la ley en la piel. Y hay que ponerse la ley en la piel.
Yo creo que después del 3 de junio muchos magistrados, magistradas también, se han interpelado fuertemente acerca de cómo debe cumplirse la ley. Creo que el 3 de junio además abrió un cauce muy interesante, creo que de gran significado para las propias mujeres, porque se trata, en primer lugar, de la resistencia activa de las propias mujeres. Allí todas nosotras pensamos que hay un núcleo fundamental para que se decentice definitivamente esta sociedad, que elimine la violencia de género.
También creo que ha sido un recado general para todos los varones (no obstante debemos decir también que hubo muchos varones acompañando esta marcha), y ha significado una oportunidad de profunda reflexión para muchos varones.
Pero esperamos que sean las instituciones, el poder judicial en primer lugar, el que haya sido fuertemente interrogado. Y también las propias mujeres.
Creo que esto va a posibilitar una emulación, muchas mujeres van a imitarse por aquella extraordinaria movilización del 3 de junio.